domingo, noviembre 26, 2006

No te conozco y aún así te admiro,
no te entiendo, no logro descrifrar
tu intangible mirada risueña.

Huele a barro, a pobreza y miseria humana;
huele a dolor, y tus manos quebradizas
me significan mi debilidad.
Tu sola presencia derrumba mi ser,
y mi orgullo cae postrado ante ti,
porque te reconozco más que yo,
te sé en los deslindes entre
la humanidad y la divinidad,
y percibo la paz que irradias en derredor.

No soy lo que imaginas,
ni siquiera parecido,
y aún así te alegras en verme,
y aún así sonríes con mi llegada.

No hago lo que crees,
estoy seguro de ello,
y aún así te interesa saber sobre mi,
y aún así me preguntas lo que no sabes.

No tengo gran autoridad,
como aquella que piensas que poseo,
y aún así confías en mis palabras,
y aún así te sientes seguro junto a mí.

No vivo por ti,
no, no lo hago,
y aún así me haces sentirte tan cercano,
y aún así me regalas un poco de tu vida.

Dichoso y bendito seas gran pequeño,
por entregarme una razón más,
por volver a centrar mi mirada,
por existir y permitirme descubrirte,
por amarme sin esperar nada a cambio,
por enseñarme a Cristo, el Verdadero.

Siempre admirador tuyo.

Fiadmo